miércoles, 4 de junio de 2014

La triste historia de la mejor novela del mundo


 
- Hola, le llamo desde la Editorial Planeta. Es sobre el libro que nos mandó.

- Sí, dígame.

- Verá, le voy a hablar con total franqueza. Es lo mejor que he leído en mucho tiempo. Los personajes casi se pueden tocar por la forma en que los describe, es asombrosa. Su narrativa empieza fuerte y no decae en ningún momento. No sería capaz de cambiarle ni una coma, es perfecto palabra por palabra. Y el final... el final es sencillamente apoteósico.

- ¡Me alegra mucho oirle decir eso! ¿Entonces le ve éxito comercial?

- Por desgracia no.

- ¿Cómo?

- El problema es que la sociedad no es capaz de asimilar más escritores. Sois demasiados. Los lectores habituales prefieren leer otro maldito libro de Coelho que arriesgarse con un nuevo autor.

- ¿Tan mal lo ve?

- Mire, yo podría colocarle este libro en todas las librerías del país, y habrá gente que lo compre, lo lea y le guste. Pero sin un nombre o una campaña publicitaria cuyo coste la editorial no es capaz de asumir, es prácticamente imposible que la novela triunfe.

- Vaya... acaba usted de hundirme.

- Lo siento, pero este mundo es... espere, tengo una idea ¿Hasta qué punto quiere usted que su libro venda?

- ¿Pero qué pregunta es esa? A cualquier precio. Me gusta escribir y desearía poder ganarme la vida haciéndolo.

- Bien, verá, acabo de pensar en algo. Se dice que Stephen King escribió libros bajo un nombre falso para no colapsar el mercado. Con usted podríamos hacer justo lo contrario.

- ¿Y eso cómo es?

- Pues es, básicamente, sacar el libro bajo el nombre de un personaje popular que ya haya triunfado antes. Todo con su consentimiento, claro.

- ¿Nadie sabrá que soy el autor?

- No. O al menos hasta dentro de un tiempo. No recibirá el reconocimiento personal que se merece, pero piense en todos esos hogares que tendrán su novela en la mesita de noche. En cuanto al tema económico, dicho personaje cobrará un canon por utilizar su nombre, pero aun con todo, si la persona en cuestión es verdaderamente popular, quizá sí pueda ganarse la vida con esto.


El escritor terminó aceptando a regañadientes y el resultado fue mucho mejor de lo esperado. El libro se colocó pronto entre los más vendidos y pudo dejar su trabajo para empezar a escribir una segunda novela. Pero algo fallaba, por más que buscaba no encontraba ninguna crítica razonable sobre su libro. Todas las críticas estaban enfocadas más hacia el famoso de la portada que hacia la trama de su interior. De modo que decidió contactar de nuevo con la editorial para pedir explicaciones.

- No veo dónde está exactamente el problema. ¿Acaso no le da dinero?

- No es eso en absoluto, si se vende muy bien, pero me da la sensación de que nadie lo ha leído.

- Bueno, pero es que no se puede tener todo. Si lo que quiere es que la gente lo lea, debería haberlo puesto en internet para que se lo bajase gratuítamente quien quisiera.

- ¿Pero es que le parece normal que la gente compre libros para no leerlos?

- En este caso no me extraña tanto. Y no porque el libro no sea bueno, sino por el público al que ha ido dirigido. Pero pensé que lo importante de verdad era que el libro se vendiera. Hemos apuntado al sector más amplio de la sociedad actual y ha funcionado, no debería quejarse.

- Lo que pasa es que no veo por qué no pueden leer algo que ya han comprado...

- Es posible que hayan intentado hacerlo pero se hayan cansado al tercer párrafo. Por dios, ¿ha visto el personaje que le da nombre? alguien que conoce y admira a esa persona, no está acostombrado a leer libros.

El escritor colgó el teléfono sin despedirse. Frustrado, miró la portada del libro que aun tenía en la mano y empezó a asimilar el error que había cometido. Definitivamente, no debió publicar su primera novela como el último libro de Belén Esteban.

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